En el transcurso de 10 años, a partir de 1964, el gobierno socialdemócrata sueco se propuso y llevó a cabo la construcción de un millón de viviendas, a la vez que demolía stock antiguo. El saldo fue de 650.000 nuevos departamentos y casas.
Algunos de estos componen barrios que a simple vista pueden recordar vagamente a los monoblocks de Villa Lugano (un tal Le Corbusier tiene que ver con esto). El estándar de calidad difícilmente se pueda comparar, pero por alguna razón estos barrios tienen a funcionar más o menos mal. Y no entiendo en mi cabeza. Muchas veces fui en premetro al barrio de Villa Soldati y sentí que ese puede ser un buen lugar de la ciudad, planificado, con grandes espacios verdes y
el tranvía.
En fin. La gente que tiene una
mirada crítica sobre el modo de construcción en bloques de hormigón elegido para el "Miljonprogrammet" (Programa del millón de viviendas) cuenta como argumento con un exponente bastante triste que es el barrio de Rosengård aquí en Malmö, mezcla de complejo habitacional y ghetto de inmigrantes.
Fui a Rosengård y lo que vi es un montón de gente mas bien morocha que gusta de poner antenas de tv satelital en los balcones, balcones desde los cuales sus mujeres les gritan a los hijos en el patio. Algunos grupos de gente joven tipo bandita charlan o están medio al pedo, apoyados en autos o muy viejos o muy nuevos. No soy especialista en ciencias sociales, pero calculo que nada mejor que estar al pedo y en grupo para que se te empiecen a ocurrir ideas criminales.
Parece no importar mucho que el entorno esté "lindo" o parezca ser "sueco".
Tampoco es prioritario buscar la letra P para estacionar.
Existen herramientas desde el estado para ayudar a los inmigrantes a integrarse sin violentar su cultura, lenguaje o religión. En Rosengård esto se canaliza a través de las actividades del Folkets Hus (casa del pueblo) donde trabaja Gerd.
Ahí hay un espacio de reunión en el que se puede proponer ideas y exponer necesidades. Tienen por ejemplo un taller de costura donde fabrican el burkini, que es el bikini en versión musulmana. Algo parecido a un traje de hombre rana que sólo deja ver manos, pies y cara. Pero según Gerd la gente que va ahí sólo quiere comer y hablar árabe.
Y puede ser. Creo y he visto que no todos los inmigrantes quieren o pueden adaptarse al país que los recibió. En algunos casos aportan poco y nada al cuerpo social y más bien lo deterioran, rompiendo las reglas de convivencia de sus huéspedes. Mientras que en otros casos le dan color a la ciudad: está bueno pararse en un kioskito falafel y clavarse un falafel o kebab, o jugar a la pelota con algunos árabes buena onda o ir a la carnicería de unos yugoslavos que tienen cortes de carne igualitos a los argentinos. Hay mucho extranjero en Malmö, un auténtico crisol de razas. Acá abajo un boliche árabe, uno tailandés, uno sueco y uno afro, en la esquina de donde vivo. Y no es una rareza.
Pura opinión subjetiva. De hecho todavía no tengo claro qué diferencia hay entre árabe, musulmán e iraquí/libanés/iraní.
Deseo para los suecos que su Estado de Bienestar siga resistiendo y absorbiendo, sin romperse ni doblarse, el choque cultural. No solo frente al tercer mundo sino también frente al influjo capitalista que viene del otro lado, brillando y luciendo más tentador que la monótona socialdemocracia. Es agradable la idea de que existan en el mundo países ordenados, pensantes, planificados y lógicos como Suecia.
Para caos y diversión ya tengo el mío.